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Un hombre muerto que le escribe cartas a su mujer desde un hotel vacío en una isla desierta. Dos hermanas que juegan en una casona embrujada mientras su padre intenta escribir un libro. Una larga publicidad para una extraña agencia de viajes. Una fiesta donde sobrevivientes de grandes tragedias festejan el hecho de continuar con vida. Kelly Link, como buena omnívora, se alimenta de la cultura pop, el folclore, la literatura juvenil, el fantástico, el gotico. Y en esos cruces imposibles, genera algo radicalmente nuevo. Pasan cosas todavia más extrañas es como un parque de diversiones, cada cuento es una experiencia única: hay una montaña rusa, un tren fantasma, autitos chocadores, una tienda de souvenirs llena de objetos misteriosos y probablemente encantados, y un carrousel donde las figuras, de repente, cobran vida y escapan con nosotros sobre sus lomos en busca de algo que ni siquiera saben bien que es. Pero a pesar de su originalidad y su capacidad de sorpresa, o justamente por ello, todos los cuentos de Kelly Link tienen algo en comun: al llegar al final, uno se pregunta como lo hizo, y que fue eso que acaba de hacer.